I
He despertado antes que
el sol y cuando el sofá esté inundado de luz me abandonaré al
sueño. Quisiera salir a pasear por la montaña aprehender los
paisajes fundirme a pesar de ser extranjera y aun así, aunque me
sienta terriblemente seducida, requiere salir de casa una fuerza de
voluntad que no siempre logro alcanzar. ¿me convierte ésto en
débil? Resuenan en mi cabeza las palabras de la psiquiatra de
urgencias que pronunció por primera vez agorafobia. Todo lo que hay
más allá del nido es hostil.
II
Me siento productiva y
veo nacer embriones de algo que sé que funcionará. Mejor o peor
poco importa, creo, aunque el ego nos puede y ojalá saber tejer la
red exacta en la que poder anidar y alojar en el pecho la palabra que
tanto asusta: pertenecer. Tengo que preguntar precios, tengo que
llamar al banco, tengo que dejar de procrastinar tanto. Pero mi
semana acaba hoy y la que viene augura un trabajo que desearía estar
sosteniendo ya entre las manos.
Un día todavía incierto
algo hará click y yo podré decir que soy escritora.
Porque soy escritora.
Soy escritora.
Soy escritora.
Soy escritora.
III
Luego también está el
haber regresado a las dos sangres: la del vómito y la del anhelo.
Ayer tuve la boca abierta demasiado tiempo y la certeza de caer mal.
Quise que mi voz fuese escuchada y se me olvidó la importancia del
silencio.
Hoy será diferente. Hoy
llevo encima la ligereza que es el peso de la reflexión. Cualquier
momento es válido para el cambio.
IV
Tengo un cansancio como
de años. Hay cosas que olvidaba. Ya había cerrado la libreta pero
por mucho que escriba todo parece poco. A veces lo que se olvida son
cosas importantes como un reproche en tono cariñoso un abandono del
que siempre soy el centro unas amistades que se van forjando en grupo
y que yo observo relegada en los márgenes. No quisiera habitar esa
ciudad que veo cimentarse pero tengo un dolor triste que es el peso
de lo ajeno.
Que sean muy felices, pido. Que no piensen mal de mí,
rezo al cielo.
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