Se
despertó con las primeras luces del alba, justo para ver cómo se
desvanecían las estrellas con las trampas de la bóveda celeste. Un
naranja incierto teñía el cielo de posibilidades. Amanecía y en sus exhalaciones ya se confundían el frío y la nicotina.
Tenía que frotarse los brazos contra los costados y las piernas
entre sí para intentar quitarse el frío de encima. Quería pensar,
pero con aquella temperatura resultaba difícil.
Tenía
que tomar una decisión, pero no sabía cuál. Cientos de kilómetros
al este, sus problemas seguían siendo los mismos. Encendió otro
cigarro porque aún era demasiado temprano para los demonios. Las
voces, todas a la vez, hicieron el amago y fue la muchacha, con un bostezo
inocente, la que le salvó por esa vez.
-¿Adónde
vamos?
-Hacia
la vida .
Suspiró.
Sonrió con tristeza. Le dio otra calada al cigarro
-Siempre
hacia la vida.
En
la hondonada de su pecho reverberó una explosión de esperanza medio
forzada. Quizá sí. Quizá aún podía salvarse.
Por
un momento se permitió el lujo de olvidar que el problema se
lleva dentro.
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