I
Tú fuiste el valiente
que soltó nuestras manos
y deshizo los nudos que
nos unían.
Yo creí
-creí de veras-
que iba a caer.
Toda la vida cayendo
hacia ningún lugar.
Fui la primera
sorprendida
cuando se me abrieron de
nuevo las alas,
cosidas desde el primer
te quiero.
Recordé entonces
cómo alzar el vuelo.
Recobré entonces
las ganas de perseguir la
vida.
Cambié el confort frío
del cobijo que era la
hondonada de tu pecho
por un puesto en primera
fila
en las trincheras de esta
guerra
que es nuestro paso por
el mundo.
El cuerpo de nuevo
hipersensible;
no saber nunca dónde va
a morder la bala.
II
II
No quiero mentir
ni ocultar toda la verdad
en los vértices de la
hipérbole.
Mi carne es carne y no
acero.
Carne llena de heridas
que ya han sangrado, pero hacia dentro.
La realidad
-mi realidad-
es esta:
echo de menos
el gallo que daba los
buenos días
siempre a destiempo,
y descubrir
en la misma cama
un cuerpo junto al mío.
Echo de menos
los brazos que abrazan,
que son refugio
pero no hogar.
La soledad vivida en compañía.
Echo de menos,
pero esta libertad
no la cambio por nada.