Recuerdo acongojada
los despertares con un corazón
extraño;
órgano latente sin ritmo ni armonía.
Rezuma la ansiedad, dicen,
cuando uno siente la muerte cerca.
Y mi muerte era tu ausencia
y los latidos descompasados la
certeza.
Recuerdo mi piel extraña
esperando en vano el tacto de tus manos
mientras pasaba horas enteras pintando
formas extrañas con sólo veinticuatro
colores.
La televisión encendida; voces de
fondo
narrando historias que no existen
y que yo no escuchaba.
Recuerdo el miedo al desamparo,
el estómago chillando de pánico a
salir de casa.
La debilidad que implosionó cuando me
asomé dentro
y sólo la soledad me devolvía la
mirada.
Recuerdo ser consciente
de que aquello era lo correcto
aunque todavía no lo sentía.
Y la misma voz en a cabeza que gritaba
estás completamente sola
susurraba luego sabes que era la
única solución.
(Qué triste recordar también los
buenos momentos
y entender, a la par, que todo en ti
fue naufragio.
Pero esto no es una canción
desesperada
sino una canción de despedida).