5.1.16



El infierno es lo único que conozco
porque ahí me he criado
aun sin saberlo yo.
               Aun sin saberlo nadie.

En mi primera confesión pronuncié
una broma desgastada por el tiempo:
nací cansada, doctor.
Y el doctor dejó de escribir
para mirarme a la cara
con incierta ternura en las pupilas:
no, tú naciste triste.

Quisieron darme a probar el éxtasis
de la felicidad en forma de pastilla
con una única premisa:
es por tu bien.
Esta es, pues, mi segunda confesión:
me da miedo la felicidad.
Me asusta lo extraño
lo ajeno
lo desconocido.
Me asusta dejar de ser yo;
perder mi esencia
perderme a mí.

La melancolía es mi sino, digo,
y no espero que nadie entienda
que no quiero renunciar a mis raíces.
               Que no quiero escapar de la distimia.